¿CUÁNDO DEBO ACUDIR A CONSULTA?
Generalmente, nos da miedo arriesgarnos, cuesta salir de una zona de confort y, en el transcurso de una terapia, asumimos que vamos a iniciar un proceso durante el cual vamos a abrirnos y mostrar nuestra vulnerabilidad ante un desconocido. Es un temor razonable. No obstante, vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, todo lo contrario, vulnerabilidad es atreverse a arriesgarse, es saltar al ruedo, es implicarse genuinamente en la vida aprendiendo a manejar la incertidumbre, el miedo, la vergüenza, y otras emociones de las que nos protegemos en nuestra zona de confort. Cabe preguntarnos cuántas oportunidades perdemos estando dentro de esa burbuja, cuánto tiempo derrochamos, cuánto talento desaprovechamos. No tiene sentido culpabilizarse por el pasado, pero sí podemos hacernos responsables de nuestro presente y tomar las riendas, saltar al ruedo. En este proceso, estarás acompañado por un profesional que tendrá todos estos factores en cuenta, y que por tanto será una fuente de cuidado, respeto y apoyo. Nosotros no juzgamos, proponemos soluciones. Terapeuta y paciente o consultor y consultante, hacemos un equipo para proporcionarte una mejor calidad de vida. Tú aportas tu biografía y nosotros aportamos nuestros recursos científicos para ayudarte. El control es tuyo, no se abordará ningún tema que no se desee.
Cada problema psicológico es único. Si crees que tienes un problema que está acarreando graves consecuencias en tu vida, te recomendamos que solicites consejo profesional lo antes posible con quien creas que pueda resultarte de ayuda. Si crees que tu problema no es especialmente grave, pero está afectando a tu vida y te estás planteando tratarlo o no, te recomendamos que no dejes mucho más allá de unas semanas para resolverlo, ya sea con nosotros u otro equipo de terapeutas ya que, en muchos casos, por no solucionar el problema, acabamos adaptándonos a vivir con él, y podemos vivir años y años con un problema que se cronifica y termina provocando consecuencias más graves.
Imaginemos que tenemos una china en el zapato. La molestia puede ser pequeña, no nos incapacita para caminar, pero molesta, sabemos que está ahí. “Ya la quitaré, en otro momento”, nos decimos. Seguimos andando día a día con la china en el zapato, hasta que tal vez ésta provoque una herida lo suficientemente dolorosa como para acudir al médico. Pero puede ocurrir otra cosa: tal vez no nos haga una herida, sino que aprendamos a modificar nuestra manera de pisar para que no duela; pero la china sigue ahí. A corto plazo puede ser útil, tal vez no nos duela, pero a medio y largo plazo tendremos problemas en todas nuestras articulaciones. Conviene preguntarse “Si no es ahora, ¿cuándo?”. Toma tu tiempo para valorarlo, pon plazos a la evolución del problema, consulta varios centros si así lo crees conveniente y, si deseas iniciar este camino con nosotros, estaremos aquí para ayudarte.